lunes, 9 de febrero de 2009

Esperanza subterránea

Claudio Correa, de 41 años de edad, tiene ocho meses en el Metro de Caracas vendiendo boletos en su silla de rueda. A la vuelta de unos años, quisiera tener su negocio propio para brindar mejores condiciones de vida a su familia

Hace cinco años un tiro inmovilizó sus piernas, pero no apagó sus ganas de seguir adelante. A pesar de sus limitaciones físico-motoras, Claudio Correa, de 41 años de edad, asegura que mientras “Dios le dé vida y salud, todo lo que se proponga lo puede lograr”.

Al señor Correa se le puede encontrar todos los días desde las once de la mañana hasta las seis de la tarde en la estación del Metro de Sabana Grande vendiendo tickets en su silla de ruedas. Su trabajo es agradecido por los cientos de pasajeros que en las horas pico, se evitan las largas colas que se forman para adquirir el boleto directamente en la casilla. “Hace ocho meses una amiga, también con discapacidad, me recomendó el trabajo, fui a La Hoyada, me explicaron el negocio y aquí estoy”, comenta Correa, que mantiene a su mamá de 76 años de edad y costea los gastos universitarios de su hija que cursa el segundo semestre de Publicidad y Mercadeo.

Correa, a pesar de ser un trabajador independiente, agradece todas las facilidades y comodidades que le brinda el Metro de Caracas. De la totalidad de sus ventas, Correa sólo aporta 3% a la compañía y el resto forma parte de su ingreso personal.

Cuando Correa sufrió el accidente trabajaba como mensajero en una empresa privada. Hoy en día, recibe su pensión por discapacidad y daños laborales que establece el Título IX de la Ley del Seguro Social*. Sin embargo, Correa comenta que nunca ha recibido ayuda del Gobierno y que siempre ha trabajado por su cuenta para mantener a su familia. Si se le pregunta que desea de aquí a tres años, sin titubeo, Correa responde: “Ser dueño de un negocio que me permita mejores condiciones de vida”.

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