viernes, 20 de marzo de 2009

"La vida cambió terriblemente, empezamos de cero"

"Sí, claro, yo tenía un sueño: quería darle un mejor ambiente de vida a mis hijos. Ya habíamos visto una casita en Guatire".

Domingo Vivas alimentaba la aspiración de comprar una casa fuera del barrio Bolívar, en Petare; quería que sus cuatro hijos vivieran sin sobresaltarse por el silbido del miedo cruzado. "Recogí a unos hombres en San Bernardino, que me pidieron una carrera para Caricuao. En el camino intentaron robarme, yo puse un poco de resistencia y me dieron dos tiros antes de irse con el carro. Eran las 4:00 de la tarde del 20 de agosto de 2005".

Domingo Vivas mantenía a sus cuatro hijos y a su esposa con lo que le dejaban las carreras y tenía algo de ahorros después de trabajar un taxi durante nueve años. "Los bomberos me auxiliaron y me llevaron al hospital Pérez Carreño. Al día siguiente, cuando desperté, no sentía las piernas. Le dije al médico y a mi esposa que me hablaran claro. El doctor me explicó que la bala que me entró por el costado izquierdo me había quemado la médula. Pasé un mes en el hospital", dice.

El trabajo
Vivas, de 43 años de edad, trabaja en Capitolio alquilando celulares y vendiendo cigarrillos detallados. No tiene puesto, todo lo hace desde su silla de ruedas. A su lado laboran otros compañeros, integrantes todos de la asociación Trabajadores con Discapacidad Físico-Motora del Distrito Metropolitano. Del grupo, la mayoría tiene algún tipo de discapacidad por culpa de una bala.

"A mí, en 1991, para robarme la moto debajo del puente de Carmelita me dieron unos tiros. Tenemos una compañera que hace unos dos años estaba en una fiesta y unos tipos entraron disparando sin son ni ton. Otros compañeros están así porque se cruzaron en la línea de fuego. Puros inocentes. Siempre ha habido mucha inseguridad, pero ahora más notoria. Aspiro a que el Presidente y la propia comunidad se dediquen a solucionar esto", dice Luis Rivas, al frente de la asociación.

Desde la tarde de agosto en que fue robado y herido, hasta enero de 2008, Vivas no supo qué hacer con el tiempo que se agriaba dentro de su casa. Estaba acostumbrado a ser el jefe del hogar, a trabajar en la calle y pasó a ser un hombre sentado viendo televisión, mientras a su esposa Rocío le tocaba salir a trabajar como empleada doméstica y a la hija mayor en una empresa.

Las fiestas de Navidad se resumieron en la compra de algo de vestir para los niños y los paseos en las vacaciones se acabaron. La estructura de productividad familiar que funcionaba sin tropiezos se perturbó, probablemente por siempre. En Venezuela, las denuncias por lesiones personales entre 1999 y 2008 llegaron a 298.000 casos, sin contar las que nunca se hacen públicas. "La vida nos cambió terriblemente, empezamos de cero. Me sentía como nos llamaban antes: un inválido", dice. Pero el año pasado Vivas decidió salir de la "invalidez" emocional.

Mientras recibía terapia en casa de un familiar en El Valle, conoció a otras personas con algún tipo de discapacidad y con apoyo de ellos se animó para salir a trabajar: "Rompí el hielo del temor". Vivas quería, al menos, costearse los gastos derivados de su condición, sobre todo después de que el extinto Ministerio de Participación Social dejara de ayudarlo. Ya produce lo suficiente como para comprar lo que necesita: gana un promedio de 120 bolívares al día y, holgadamente, puede comprar los pañales --132 bolívares el bulto que le dura 3 meses--, las sondas y una medicina que debe tomar diariamente. Mensualmente todo le cuesta alrededor de 200 bolívares.

La casa
Vivas duerme en un cuarto que debió adaptar en la pequeña planta baja de la casa. El resto de la familia hace vida en los pisos superiores. Él está abajo, a veces solo, a veces con su esposa o los hijos menores, de 13 y 11 años de edad. "Tuvimos que construir un cuarto, porque al principio los amigos me subían hasta el tercer piso, pero después me convertí en un fastidio", dice. Volver a trabajar de taxista. Eso quiere Vivas; quiere, y tal vez pueda. "Adaptar un carro cuesta 5.000 bolívares fuertes", dice. Pero, puede que en algún momento también se sostenga sobre las piernas. Con un programa del Gobierno estuvo en Cuba el año pasado y le informaron que, con ayuda de aparatos especiales, podría volver a ponerse de pie. "Aún tengo fuerza en las piernas", dice Vivas y aprieta los músculos de los muslos. Tres años después del atraco, vuelve a tener sueños.

Fuente: El Nacional
16 de marzo de 2009